En el mes de la concientización sobre el cáncer cerebral, te contamos sobre el trabajo de dos equipos del IBioBA, que buscan entender cómo se originan y evolucionan los tumores cerebrales.
El trabajo de la ciencia básica es clave para comprender esta compleja enfermedad y desarrollar nuevas estrategias para enfrentarla.
Cada mayo, el mundo dedica un espacio para reflexionar y generar conciencia sobre el cáncer cerebral, una enfermedad compleja y todavía difícil de tratar. Pero también es una oportunidad para destacar el rol fundamental que cumple la ciencia básica: esa investigación que busca entender cómo funciona el cuerpo (y qué sucede cuando algo falla), es la base sobre la que se construyen los tratamientos del futuro.
El cáncer es, en términos simples, el resultado de un comportamiento anómalo de nuestras propias células: se multiplican sin control, invaden otros tejidos y se resisten a detenerse. Una enfermedad que puede comenzar en cualquier parte del cuerpo humano y que suele ocurrir cuando el proceso normal de división celular se daña, provocando que las células se multipliquen cuando no deberían hacerlo. En el caso del cáncer cerebral, el problema aparece dentro del sistema nervioso central, ya sea porque las células cancerosas se originan allí (tumores primarios) o porque llegan desde otros órganos (tumores secundarios o metastásicos).
Estas masas anormales pueden crecer a distintas velocidades, tener mayor o menor capacidad de dañar tejidos, y generar síntomas muy diversos, según su tamaño y ubicación. Por eso, conocerlas en profundidad es esencial para poder combatirlas. En el Instituto de Biomedicina de Buenos Aires (IBioBA, CONICET – Max Planck), dos grupos se dedican a estudiar distintos tumores que se alojan en el cerebro: el que dirige la Dra. Carolina Perez-Castro y el del Dr. Eduardo Arzt.

Investigando los tumores más agresivos
En el grupo “Células madre tumorales y plasticidad celular”, dirigido por Perez-Castro, hace más de 15 años que investigan gliomas y glioblastomas (GBM), tumores malignos y muy agresivos del sistema nervioso. El glioblastoma, en particular, es el tumor primario maligno más frecuente y devastador del sistema nervioso central. Afecta a alrededor de 3 personas cada 100.000 y su evolución es veloz e invasiva.
Los tratamientos actuales —cirugía, quimioterapia y radioterapia— ayudan a contener la enfermedad, pero no han logrado mejorar significativamente la supervivencia de los pacientes en las últimas décadas. Por eso, la investigación básica sigue siendo esencial. “Se están realizando ensayos clínicos y terapias dirigidas para buscar nuevas alternativas, a través del esfuerzo mancomunado entre la investigación básica y la clínica”, afirma Perez-Castro.
Su equipo busca entender cómo estas células tumorales pueden cambiar su forma y comportamiento, un fenómeno conocido como plasticidad celular. Esa capacidad de “adaptarse” es lo que las hace más resistentes y agresivas. En esta línea, estudian el rol de genes que contribuyen al sostenimiento de los tumores, con el fin de lograr modularlos para frenar su crecimiento y capacidad metastásica.
En estudios anteriores, el grupo identificó, junto con colegas del FLENI, que una proteína llamada KANSL2 cumple un rol importante en la formación de estos tumores. Ahora, su investigación, junto a colaboradores nacionales e internacionales, apunta a profundizar sobre la función de KANSL2 en la biología de estos tumores: “Conocer cómo esta proteína afecta la expresión de genes implicados en el crecimiento, la proliferación y el comportamiento de estos tumores tan agresivos, permitirá desarrollar nuevas vías terapéuticas”, agrega Nicolás Budnik, becario doctoral dentro del grupo. Además, junto al equipo de Hernán Grecco en el Instituto de Física de Buenos Aires (IFIBA, UBA-CONICET), desarrollaron una herramienta para estudiar y predecir el comportamiento colectivo y migratorio de las colonias tridimensionales de tumores, lo que podría utilizarse poder explorar el mecanismo de acción de determinados fármacos para uso clínico.

Los tumores de hipófisis: los “buenos” de la película
El otro equipo del IBioBA, dirigido por el Dr. Eduardo Arzt, estudia un tipo diferente de tumores cerebrales: los que se originan en la hipófisis, una glándula clave del sistema neuroendócrino. “Estos tumores son uno de los tipos de tumores cerebrales más frecuentes en la población”, sostiene Arzt. Y aunque presentan características especiales que hacen que suelan ser benignos, es decir que no se diseminan, sí pueden alterar importantes funciones del cuerpo. “Hace más de 20 años que estudiamos estos tumores para entender por qué presentan baja malignidad, con el fin de comprender los procesos de otros tipos tumorales, y también contribuir a su tratamiento, como ya hemos hecho con uno de los subtipos de tumores hipofisarios (Cushing)”, agrega Arzt.

En el equipo, por ejemplo, estudian el papel del gen RSUME -una proteína identificada por el grupo en 2007- en los procesos tumorales hipofisarios (en los cuales encontraron que interacciona y regula una proteína importante en el ciclo celular, la securina PTTG). Su objetivo es estudiar las características moleculares de este tipo de tumores para entender mejor su comportamiento y, a largo plazo, contribuir a mejorar las opciones de diagnóstico y tratamiento. “Queremos conocer en profundidad estos mecanismos para encontrar nuevas formas de intervenir en el proceso tumoral”, sostiene Mariana Fuertes, investigadora del equipo.
Recientemente, identificaron en modelos experimentales un mecanismo molecular que ayuda a explicar por qué estos tumores suelen crecer lentamente y presentan un comportamiento benigno: “En particular, descubrimos que la eliminación de una proteína clave, la interleuquina-6, puede transformar estas células en formas malignas, lo que abre nuevas posibilidades para comprender su progresión y explorar estrategias terapéuticas más efectivas”, comenta Florencia Herbstein, becaria postdoctoral.
La concientización sobre estos tumores y la importancia de la investigación básica multidisciplinaria es una prioridad para poder atacar estas enfermedades. Comprender cómo nacen, crecen y evolucionan los tumores cerebrales no solo ayuda a explicar la enfermedad: también permite imaginar nuevas terapias. Aunque estas investigaciones aún no tienen aplicación clínica inmediata, son pasos fundamentales en el camino hacia soluciones más eficaces. El conocimiento abre puertas a nuevas oportunidades de tratamientos.
En este mes de concientización, reconocer el trabajo de quienes investigan en ciencia básica es también una forma de acercarnos a un futuro con más y mejores respuestas frente al cáncer cerebral.

