El 22 de julio se celebra en todo el mundo el Día Mundial del Cerebro con el fin de difundir la importancia de la salud cerebral y para crear conciencia sobre su potencial, riesgos y enfermedades. Esta fecha es una buena oportunidad para dar a conocer el trabajo que realizan los científicos y científicas del área de Neurociencia del IBioBA.
El cerebro humano es uno de los órganos más complejos y fascinantes que existen. Es la matrix, el centro de control de nuestro cuerpo y es responsable de nuestras capacidades cognitivas, emocionales y motoras. Aunque se ha avanzado mucho en el conocimiento del cerebro, todavía hay muchas cosas que desconocemos.
Una de las incógnitas que aún no se logra responder es por qué dormimos, y en eso trabaja el laboratorio Neurobiología del sueño liderado por Nara Muraro. Junto a su grupo, utilizan como modelo la mosca de la fruta Drosophila melanogaster para estudiar este complejo proceso biológico, con el objetivo de contribuir a dilucidar los circuitos y mecanismos que subyacen al sueño. “Todos los animales duermen. Dormir es un comportamiento vital pero todavía no se sabe para qué sirve, entonces lo que estamos estudiando es eso: por qué duermen las moscas, que probablemente sea una función conservada en todos los animales”, afirma Muraro.
El objetivo del grupo Neurobiología molecular es entender la función de algunos componentes moleculares del cerebro: las modificaciones de proteínas y los ARNs circulares. “Nos preguntamos ¿Qué funciones cumplen? ¿Qué pasa si esos componentes están en falta o en exceso? Nos interesa explorar desde la estructura de las neuronas, sus modos de transmisión de información hasta su impacto en la conducta”, explica Sebastián Giusti, investigador del laboratorio.
El cerebro está compuesto por miles de millones de neuronas que se comunican entre sí mediante señales eléctricas y químicas: nuestros pensamientos, recuerdos, percepciones y acciones ocurren debido a la actividad colectiva de esas neuronas. El grupo Circuitos neuronales, liderado por Antonia Marin-Burgin, busca dilucidar el desarrollo y la función de los circuitos neuronales involucrados en las conductas a partir de análisis genéticos, moleculares, celulares, comportamentales y de circuitos. “Queremos comprender cómo los circuitos neuronales codifican los estímulos sensoriales, cómo la experiencia modifica la codificación y qué mecanismos están involucrados en la generación de distintos patrones de actividad producidos ante diversos estímulos”, comenta Antonia. “Conocer el procesamiento de estímulos en el cerebro sano es importante también para entender las alteraciones que pueden ocurrir en situaciones patológicas”, agrega.
Por su parte, el laboratorio Neurobiología celular y genética se dedica a estudiar el transporte axonal: los axones son las proyecciones más largas de las neuronas que se contactan con otras células a grandes distancias en el organismo (musculares, nerviosas, etc.). En el equipo, se preguntan cómo se transportan los componentes celulares en el axón, en qué sentido se mueven, cuánto se mueven, a qué velocidad, y si todo esto se ve afectado en las enfermedades neurodegenerativas.
“Nuestros trabajos demuestran que los defectos en la movilidad de las cargas axonales y en las proteínas que regulan estas dinámicas son las principales indicadoras de las patologías observadas en enfermedades neurodegenerativas. Esto justifica la necesidad de comprender las funciones que tienen estas proteínas en transporte antes de la observación de formación de un evento tardío como la patología”, explica Tomás Falzone, jefe del grupo.
“El estudio del cerebro es de gran importancia por diversos motivos. En primer lugar, porque nos ayuda a comprender nuestra propia naturaleza, pero además, porque entender sus mecanismos subyacentes es fundamental para abordar enfermedades como Alzheimer, Parkinson y trastornos neurológicos, que tienen un gran impacto en la calidad de vida de las personas”, concluye Damián Refojo, director del Instituto y jefe del grupo Neurobiología molecular.